“Si el plan no funciona, no cambies la meta”.
Al parecer, estas sabias palabras no tienen autoría conocida y hacen tanto sentido cuando estamos en período de re-inventarnos, aludiendo a aquel proceso doloroso y esperanzador a la vez, de buscar nuestro camino, de volver al punto donde tomamos decisiones que hicieron perder la claridad y nos confundimos, debiendo volver a retomarnos desde un área nueva, en una nueva empresa, en un nuevo proyecto, pero que esta vez tenga nuestro nombre y apellido.
La palabra re-inventarse trae consigo una connotación positiva y temida a la vez, nos habla de creación respecto de nosotros y nos abre tantas posibilidades como nos muestra tantos temores de volver a caer en los mismos errores. Las preguntan que aparecen dicen relación con el tiempo que nos tomará hacer los cambios necesarios, los esfuerzos personales y tal vez familiares que ello conlleva como a los argumentos que debemos desarrollar y sostener para convencer y persuadir a otros que nos vean con nuevos ojos dibujados con una nueva identidad de rol
El camino no es fácil, pero una vez que descubrimos que la senda de nuestro desarrollo está truncada o resentida, con pocas satisfacciones y menor pasión por hacer lo que hasta ayer hacíamos, nos hace mirar nuestra meta y, entonces reflexionar sobre cambiar el plan para lograrla.
En los diferentes procesos de desarrollo de profesionales y directivos en los que me ha tocado participar, el tema de re-inventarse trae aparejado el duelo de quién fui y las posibilidades de ser. Se piensa y, a veces erróneamente, que debo cambiarlo todo, que debo comenzar de cero. La experiencia me ha indicado que antes de tomar cualquier decisión drástica, debo volver a mi centro y a descubrir casi ingenuamente lo que me movía a tomar caminos y actividades me tenían un profundo sentido. Es volver a mirar nuestros drivers motivacionales o motores motivacionales, los que al estar anclados desde la emoción más profunda, son muy difíciles de torcer en insatisfacción por mucho tiempo.
Les quiero contar un par de historias para iluminar esta reflexión: trabajé con un ingeniero comercial que empezó a cuestionarse su competencia profesional cuando fue desvinculado en un par de ocasiones por no llegar a las metas de venta, siendo su principal responsabilidad de la posición por el que fue contratado. Al trabajar su perfil de drivers, efectivamente, el motor de lograr metas y resultados en el corto plazo, no era un movilizador suficiente para llevarlo a intencionar acciones de negociación con clientes y efectivamente lograr penetración del servicio/producto requerido.
Ello lo llevaba a no sentirse a gusto en la venta y por ende, no lograr resultados esperados. Sin embargo, en su perfil de drivers motivacionales, el valor del servicio estaba fuertemente presente y claramente afianzado, por lo cual, la meta de venta sólo podía cubrirse como un resultado colateral a sus esfuerzos genuinos por lograr satisfacción y bienestar a las personas a través del producto/servicio ofertado.
De este modo, de pensar que debía cambiarse de carrera, que según su juicio, debió haber sido un profesional del área humanista, más bien redefinió y re-significó el área de trabajo y el producto/servicio por el cual sí valdría la pena enfocarse. En su caso, decidió redirigir conscientemente su carrera desde drivers motivacionales esenciales. Ello implicó necesariamente estudiar los productos, servicios y las empresas sobre los cuales intencionar su búsqueda y convencer a otros empleadores, que podía trabajar como ingeniero comercial en área de ventas a pesar de los rendimientos de pasado.
En la actualidad, sigue siendo ingeniero comercial, en una organización que provee de servicios directos a pequeños empresarios, otorgando servicios y productos que apoyen sus emprendimientos y con ello, aportar a un bien mayor. Por tanto continúa negociando y, ahora sí logra las metas de su área, entendiendo que lo suyo no era problema de competencias, sino de competencias mal aplicadas a un área que no hacía significado vital.
Otra historia, esta vez la de un ingeniero civil, autodefinido como de escasas competencias de relaciones interpersonales, porque su perfil menos sociable y su menor interés por intencionar conversaciones con sus colaboradores, lo llevaba a ser visto como un líder distante y poco motivador, y por ende, sujeto a ser capacitado y entrenado en habilidades comunicacionales de liderazgo efectivo.
Desde ese imperativo, se lograba avanzar muy poco y cada vez más, su resistencia a las relaciones se incrementaba. Al igual que la vez anterior, trabajamos sobre su perfil de drivers motivacionales, en él eran claves los motores del conocimiento, del logro de metas concretas y de servicio a las personas, es decir, su motivación esencial lo llevaba a fluir en situaciones laborales donde pudiera poner su experticia técnica adquirida para el logro de soluciones eficientes a los clientes que atendía.
El intencionar un mejor relacionamiento y generar habilidades comunicaciones más fluidas se fundó en re-significar su sociabilidad integrada a acciones de servicio técnico argumentado. Entonces, pudo empezar a trabajar con sus colaboradores de un modo diferente, cuando empezó a preguntar y a preguntarse cómo podía serles útil. Ello necesariamente alimentó, en el tiempo, un círculo virtuoso de enriquecimiento mutuo.
En otras oportunidades, la re-significación no alcanza y se requiere de decisiones más drásticas. En este segmento, los profesionales se han dado tiempo para prepararse para el cambio, pues ello puede requerir hacer cursos de perfeccionamiento o decididamente cambiar de carrera y/o generar un emprendimiento solo o con otros socios.
Este camino se da cuando visualizas que las anteriores alternativas no te permitirán realizarte. Lo aconsejable es que también prepares el cambio, es decir, visualiza que tu actual posición es temporal, ponle tiempo real de finalización, a fin que en el intertanto hagas los arreglos necesarios administrando de mejor forma la ansiedad frente a lo nuevo. Igual tu nueva elección de carrera o negocio, debe estar fundada en ti y desde ti, y gestionar la energía productiva e innovadora requerida para la re invención.
Si de pasión se trata, re-invéntate, ¡no cambies la meta, cambia el plan!
Un abrazo,
Bernardita González
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